EL HOSPITAL DE RODRÍGUEZ

Está prácticamente en ruinas, pero los doctores hacen lo imposible para que funcione como el mejor hospital. Atienden con abrigos en pleno verano cuando no anda la calefacción, se alumbran con linternas cuando se corta la luz, y cruzan datos a viva voz porque los sistemas no responden.

Lo construyeron en los primeros años de la ciudad, cuando todo era promesa, y jamás invirtieron un peso para arreglarlo. Hay grietas que ya son parte del mobiliario, una sala que se clausura cada vez que llueve, y un quirófano que funciona gracias al ingenio de los enfermeros.

En Rodríguez, todos los caminos conducen al hospital: los nacimientos, las peleas de borrachos, los accidentes en la ruta, los partos de urgencia, las muertes anunciadas y las inesperadas. Todo termina o empieza ahí.

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