El incendio es feroz. Por suerte, parece que todos están a salvo. Pero Joaquín cree escuchar unos gritos y vuelve a entrar al edificio.
El humo es sofocante. El calor del fuego quema.
Una viga cae sobre Joaquín, atrapándolo. Mientras trata de liberarse, no se arrepiente de haber entrado, sino de jamás haberle confesado su amor a Jorge. Tendría que haberse arriesgado; total, ahora está por morir y nada puede ser peor que esto.
Joaquín tose, se ahoga. Le queda poco tiempo.
Escucha un grito. Alguien lo llama ¡Es Jorge!
Jorge rompe una pared y llega hasta Joaquín. Agarra la viga y, con mucho esfuerzo, la mueve hacia un costado.
Joaquín no puede moverse, entonces Jorge lo alza en sus brazos.
―Gracias… gracias… ―dice Joaquín medio moribundo y junta fuerzas para darle un beso.
Jorge sonríe y lo saca del edificio. Lo carga en brazos hasta su casa.
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