―Atención, todas las unidades, hay un incendio en la calle 10.
Facundo y Fernando ya están aburridos de ver a los dos ladrones atrapados entre los fierros retorcidos. No queda nada por hacer.
Suben al patrullero.
El cabo Martínez vuelve a hablar por radio:
―¿Alguien sabe el número de los bomberos?
No, nadie lo sabe. No lo saben Facundo y Fernando ni los otros móviles. No lo saben los ladrones atrapados entre los fierros ni los testigos ocasionales. Nadie tiene el número de los bomberos. En fin, Facundo y Fernando se ofrecen a pasar por el cuartel.
El lugar parece vacío. Fernando entra, echa un vistazo y aplaude.
―¡Hey! ¡Muchachos! ¿Hay alguien?
Dos bomberos bajan deslizándose por el tubo.
―¿Qué pasa? ¿Qué pasa?
―Hay un incendio en la calle 10.
Jorge busca el mortero, lo pone en el medio de la calle y… ¡BOOM! Notifica a sus compañeros.
Joaquín enciende la sirena, que chilla un aullido espantoso para reforzar el llamado.
Algunas luces se encienden en la madrugada. Los bomberos salen corriendo de sus casas hacia el cuartel.
Jaime enciende el motor para tener listo el autobomba.
A medida que llegan, los bomberos se acomodan en sus posiciones.
Facundo arranca el patrullero. Fernando se sube y guían al autobomba hacia el lugar donde ocurre el incendio.
Todas las unidades y los bomberos llegan al mismo tiempo; algunos, en contramano. Casi chocan en la puerta de la casa incendiada.
Garúa. El sonido de la lluvia contra el asfalto se mezcla con las sirenas de los móviles. Bartolomé ya estaba en el lugar, buscando pistas entre las sombras. Facundo y Fernando lo saludan con afecto mientras se adentran en la acción. Marcan el perímetro, se llevan a los muertos. Hablan con los curiosos, con los periodistas. Posan para las fotos. Buscan algún objeto de valor que se haya salvado. Conjeturan hipótesis sobre lo ocurrido.
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