ARRIBA LAS MANOS

Rafael está impaciente. Ya lo tiene harto a Gabriel porque no puede respetar que su amigo no quiera salir a robar. 

No. Ya está, ya fue. Gabriel no quiere ir preso otra vez y tiene miedo de cruzarse con el Sheriff o, peor, con el Juez.

―Cobarde ―le dice Rafael que no aguanta más las ganas de drogarse y necesita dinero.

Solo es un minuto. Roban un kiosco y listo, no lo molesta nunca más. O arrebatan un auto; eso es más fácil.

Gabriel no quiere salir a robar. Aunque necesita plata, se niega. Bastante plata necesita, con urgencia. Pero no, mejor no.

De pronto, un tipo frena con su BMW justo enfrente de ellos. Quiere preguntarles algo, pero Rafael le pega una piña que impacta en su boca y en su nariz.

Gabriel duda, pero Rafael ya actuó. El golpe es seco, brutal. El hombre cae de espaldas, aturdido. Gabriel lo mira un segundo antes de tirarlo a la vereda y saltar al auto. 

Rafael arranca pisando el acelerador, con estruendo, con tanta mala suerte que un patrullero está cerca de ellos.

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