Todos lo conocen. Siempre lo encuentran andando en bicicleta por Rodríguez o durmiendo en el galpón que ocupa desde los siete años.
Algunos dicen que está loco. Se cuentan muchas leyendas urbanas sobre él. Otros lamentan su soledad, la precariedad de su vida. Pero Juancito es feliz así.
Se considera un periodista popular, un diario humano. Juancito está en cada accidente, en cada pelea, en cada velatorio que ocurre en Rodríguez. Los rodriguenses le dan algo de comer o unos pesos a cambio de información.
A veces, lo van a buscar corriendo:
―Juancito, Juancito, no puedo encontrar a Fulano.
―Juancito, Juancito, por favor, decime que no le pasó nada a Mengano.
―Juancito, Juancito, ¿Zutana me está engañando?
No le gusta dar malas noticias, pero odia mentir. Cuando tiene que dar muy malas noticias, sabe dar el apoyo necesario.
Juancito prefiere contar las cosas sin que le pregunten por nadie en particular, así puede ponerle algo de humor a su relato.
Sueña con ser el personaje de la semana del diario de Rodríguez.
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