TODO PASADO FUE ALGUNA VEZ UN FUTURO

La casa llegó volando. Fue una de las primeras que se asentó en Rodríguez, allá por el final del siglo XIX. 

La familia Loth escapó de Salem, de la hoguera y de Massachusetts. Eran seis mujeres: dos hermanas con sus dos respectivas hijas. Seis mujeres acusadas de hechicería, acorraladas, alinearon sus escobas para que su casa levitara, se alzara en los cielos y volara hacia el sur del sur del mundo, lejos de la turba irascible amasada en Salem que, antorchas y piedras en mano, llegó a las puertas de la casa solo para descubrir que ya no estaba. Se había ido volando.

En Rodríguez, la hechicería no era objeto de condena. Las mujeres fueron recibidas como curanderas. Desde el momento en que la casa aterrizó en la calle 10, tanto los líderes como los habitantes de la ciudad pagaron muy bien por sus servicios. 

Las cosechas fueron siempre excelentes. La ola migratoria que atrajeron permitió la llegada de grandes industrias y familias productivas.

Pasaron los años. Las hijas tuvieron dos hijas cada una; y las hijas de las hijas, también. Entre estas últimas se encontraban Eusebia y Fátima.

Paralelamente, los brujos se asentaron en lugares secretos de Rodríguez. Practicaban la magia negra y se alimentaban de la desgracia ajena.

Las curanderas nunca quisieron combatirlos ni expulsarlos. Solo se dedicaron a deshacer cada maleficio y gualicho que diseminaron por Rodríguez

Los brujos tampoco las enfrentaron, pero conjuraron un maleficio silencioso y lento para cortar la estirpe de las curanderas. Se activó con el nacimiento Eusebia y Fátima. Eusebia, en lugar de dos hijas, tuvo un hijo y una hija. Fátima, solo una hija. La estirpe de las curanderas estaba condenada.

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