Cuando destruyeron el linaje de las curanderas, los brujos ignoraron una antigua regla oral, jamás escrita: toda herida profunda infligida a un linaje tarde o temprano deja su marca en el otro.
Una generación después del exterminio de las curanderas, Mateo, hijo de Héctor, y Bartolomé, hijo de Demetrio, no pudieron dar continuidad a su estirpe. Los nietos de Horacio sufrieron el castigo por el asesinato que él mismo había cometido: Mateo engendró una hija y Bartolomé jamás tuvo descendencia.
Solo entonces los brujos comprendieron por qué sus ancestros lloraban y escribían réquiems cada vez que mataban a una curandera, a pesar del odio feroz que les profesaban.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario