ESCUELA N°1

La escuela queda a dos cuadras de la plaza.

Desde afuera parece chica, pero adentro es larga, como si se estirara hacia el fondo del pueblo.

El portón siempre tiene el candado colgado, aunque nunca cerrado del todo. A veces lo sacan para entrar, a veces para escapar.

La pintura se salta en los muros del frente. Adentro, los pasillos huelen a desinfectante barato y a humedad de guardapolvo seco.

Hay afiches con letras recortadas, frases motivadoras, fotos de próceres. En los pizarrones quedan restos de palabras borradas a medias, operaciones sin resolver, nombres tachados.

Los baños pierden. Las ventanas no cierran del todo. El timbre no siempre suena.

Cada aula es distinta, aunque todas tienen algo de encierro: bancos flojos, ventiladores que no giran, mapas que se caen solos.

En los recreos, algunos chicos corren, otros miran el piso. Siempre hay alguien que se queda solo. Siempre hay alguien que no vuelve.

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