AUTÓNOMA

Cansada de trabajar en una tienda de ropa por un salario miserable, pasándose todo el día atendiendo a histéricas y, encima, soportando la mala onda y la desconfianza del jefe, Roxana renunció y empezó a pensar qué otra cosa podía hacer en Rodríguez. Hasta que decidió aprovechar el auge de los contenidos eróticos en internet.

Empezó con pudor. Poco a poco, se dio cuenta de que era mucho más fácil de lo que creía. Ganaba más plata y trabajaba menos horas.

Algunos hablaban mal de ella y la miraban con desdén. Pero, al poco tiempo, alquiló una casa grande en la periferia de Rodríguez y contrató algunas chicas. Regenteó el emprendimiento, organizando horarios y contenidos.

Muchas personas dejaron de hablarle, al menos con sus nombres reales. Su madre dejó de hablarle. A cambio de eso, hombres y mujeres solitarios encontraron su compañía. Y su cuenta bancaria justificó tanta tristeza.

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