Filipo iba a nadar en la pileta de su casaquinta cuando tropezó con el barrefondo y cayó dándose la cabeza contra el borde de cemento. Murió en el acto.
Alejandro heredó la fortuna de la industria de su padre. No vendió la fábrica; la dejó a cargo de la mano derecha de su padre a cambio de una fortuna inagotable. Y Alejandro se dedicó a dominar con sus bares sus ciudades favoritas. En México fundó Macedonia, un bar swinger. En Ibiza, Media, con los mejores DJ del momento. En Mumbai, Dalí, un lugar onírico, con pinturas surrealistas y pipas de agua. En Sídney fundó Egipto, un bar gay. En Rodríguez abrió Alejandría, un bar sencillo, donde estaba el amor de su vida, que cobraba una fortuna solo por estar ahí, despachar una cerveza de vez en cuando y pinchar algo de música.
Siempre era de noche en el imperio de Alejandro.
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