MIRADA SIN PERDÓN

Kazumi está de pie en la orilla, con los brazos cruzados y los ojos fijos en Ren mientras sostiene la flor.

El loto, antes símbolo de esperanza y calma, ahora parece un emblema roto, una traición irreparable. Él habla, pero sus palabras caen vacías, sin eco en su alma endurecida.

Con un movimiento brusco y decidido, Kazumi lanza el cadáver marchito del loto al lago. La flor parece resistirse un instante, flotando sobre el agua oscura, antes de hundirse lentamente en las profundidades heladas.

El silencio se rompe por un rugido profundo y resonante que sacude el lago entero. Del agua emerge una figura monstruosa, imponente, cubierta de barro, raíces y hojas en descomposición. Sus ojos son dos brasas incandescentes que queman con furia ancestral.

Kazumi siente el miedo crecer, mezclado con una fuerza extraña y desconocida que la impulsa a moverse, a actuar. Sabe que no hay escapatoria, solo la urgencia de sobrevivir un instante más.

Cuando está por correr, siente un empujón inesperado. Ren la arroja contra la criatura. No tiene tiempo para esquivarlo. Cae tambaleándose, y la mano enorme y áspera del monstruo la envuelve con fuerza, pero no con violencia.

La criatura la ayuda a levantarse, y con una voz grave y resonante que parece retumbar en el viento, le explica el daño causado por el corte del loto y la ruptura del vínculo sagrado.

Kazumi, aún temblando, observa cómo la criatura se lanza tras Ren, que ya corre desesperado hacia la oscuridad del bosque cercano.

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