Ruhan era un djinn de los sueños. Su cuerpo reflejaba su pereza: inmenso, blando, sudoroso, dormía sobre nubes de opio. Podía inducir visiones, parálisis, placeres indecibles. Era adorado por los insomnes y temido por los que querían dormir para olvidar. No tenía maldad, pero sí un orgullo inmenso: despreciaba a los que pedían deseos sin saber el precio del confort.
En un arrebato de ironía, Ruhan fue capturado mientras roncaba, y lo encerraron en una lámpara sin sueños. Cada vez que es liberado, ofrece lo contrario de lo que uno desea: el insomnio por la vida, o la vida sin alegría. No por castigo, sino porque para él, todo goce requiere un precio justo.
Al ser liberado, miró a su alrededor como quien despierta de un largo letargo obligado.
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