SIDI SHAMHARUSH

Sidi Shamharush no nació, fue forjado. De polvo estelar y lágrimas humanas. Fue el primero en conocer los nombres secretos del mundo. No deseaba poder, pero el universo necesitaba un guardián. Así se convirtió en el rey.

Su ermita no era un refugio, sino una vigilia. Conocía la condena de los djinns y, como rey, había elegido permanecer junto a ellos, custodiarlos en su exilio, compartir su destino hasta que el último de los suyos fuera liberado. Cada lámpara que guardaba era una promesa: la de no olvidar. No los retenía por temor, sino por memoria. Sabía lo que podían hacer. Sabía, sobre todo, lo que ya habían hecho.

Recibía a los humanos con cortesía. Les explicaba las reglas como un maestro cansado de repetir la lección. No intervenía. No guiaba. Su tarea era custodiar, no salvar.

Cuando el último de sus hermanos sea liberado, Sidi destruirá las lámparas, una por una. Luego caminará hasta el centro del santuario, donde lo espera su propia prisión. Se encerrará en la lámpara que desde siempre le perteneció, sellada con el primer nombre del mundo. Y nadie volverá a pronunciar su rostro.

Pero mientras quede uno solo sin redención, Sidi Shamharush permanecerá. Vigilante. Silencioso. Firme como el pacto que lo forjó.

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