Cada vez que se acuerda de ellos, Mateo pasa por su viejo barrio y les tira huevos a las casas, les deja macumbas en sus puertas y les lanza fuertes maldiciones.
Siempre ensuciaron su vida con sus bocas de letrina. Siempre arruinaron sus días con sus miradas despectivas y sus murmullos.
Cuando se cruza con algún vecino, lo raja a puteadas hasta hacerlo cruzar la calle o correr.
Después, queda completamente satisfecho por un rato. Hasta que se acuerda otra vez.
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