No lo puede creer. ¿Por qué la engaña, si ella le da todo? Y encima, con esa… ¿Cómo puede ser? ¿Cómo?
A Luna solo le importa atraparlos en el acto, y acribillarlos a balazos, en la cama en la que la engañan. Matarlos a los dos, y al hijo también.
Ya no le importa que descubran sus ausencias en el trabajo. La está engañando. La dejó para volver con esa, a pesar de que le juró que no la dejaría por nadie, que solo necesitaba espacio, un tiempo nada más.
Y ella, que respetó su distancia e hizo todo lo posible por no molestarlo. Solo lo llamó un par de veces al día. Andrés no se daba cuenta de que ella lo seguía todo el tiempo.
Mentiroso. La dejó para volver con esa.
Luna frena en el 996 de la calle 10 y baja furiosa. Rodea la casa, espía por las ventanas y trata de ingresar por la puerta trasera. Todas las luces están apagadas. La vieja debe estar durmiendo y él seguro que está acostado con esa, en su cuartucho.
Golpea la puerta.
―¡Abrí la puerta, forro! ―grita, casi fuera de sí.
Las luces de las casas vecinas se encienden. Una ventana se abre.
Del 996 de la calle 10 empieza a salir abundante humo. Luna tose, sorprendida. La casa se incendia. No entiende. ¿Qué pasa? ¿Qué hizo?
Se arrodilla y vomita en el jardín de la entrada. Camina hacia atrás, arrastrándose, mirando el incendio sin saber qué hacer.
Su espalda choca contra la puerta de su auto. Luna se apoya en ella, flexiona las rodillas y se acurruca. El aire denso del humo le quema los ojos.
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