Era la primera vez que Catalina lo llevaba a su casa. Ricardo se sentó cerca de ella, decidido a encararla ese día sí o sí.
Catalina fue a buscar algo a su habitación. Mientras la esperaba en el living, llegó su padre.
Mateo lo miró.
Se acercó, obligándolo a levantarse del sillón.
—Hola —le dijo. Tenía un cigarrillo en la boca y le tiraba el humo en la cara—. Vos sos amigo de mi hija, ¿no?
—Sí, señor.
—Amiguito nada más, ¿no?
—Sí, señor.
—Ok. Te tomo la palabra.
Mateo amagó con pegarle una piña en el estómago y se fue a su habitación justo cuando regresaba Catalina. Ricardo solo pensaba en cómo escaparse cuanto antes de ahí.
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