Ricardo iba hacia su casa cuando la vio pasar en bicicleta junto a Mariela. Daban vueltas alrededor de la plaza.
Compró dos helados y se sentó en un banco a mirarla cada vez que pasaba. Hasta que Catalina se acercó y lo encaró:
―¿Qué mirás? ¿Me conocés o sos estúpido?
Sin responderle, Ricardo sacó un helado y se lo ofreció. Era su sabor favorito, casualmente. Catalina lo agarró y se sentó con él a comerlo en silencio.
Su amiga siguió pedaleando alrededor de la plaza hasta que se hizo de noche. Entonces le dijo que ya era hora de irse: no las dejaban estar en la calle a esa hora y tenían que cenar con sus familias.
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