Aunque estaba en el último año de secundaria, le iba bien en las materias y era la figura del equipo de fútbol, Marcelo no se animaba a encararla.
Ella, que era de cuarto, lo intimidaba. Caminaba por el patio con decisión, la miraba... y luego se echaba atrás.
Primero, tuvo la excusa de los códigos, porque ella le gustaba a un amigo. Después, se dijo que no podía encararla porque no tenía mucha plata para invitarla a salir.
Terminó aceptando su timidez y reprochándose su cobardía.
Finalmente, fue ella quien lo encaró. Y ahí sí que no dudó: quedaron en verse esa noche en Atlántida.
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