AVALANCHA

Marcelo y Erika tomaban una cerveza, agarrados de la mano, inmersos en su cielo de dos.

Apenas repararon en el hombre del sobretodo que entró fumando y se dirigió directamente hacia la cocina. No le prestaron atención. Si el bar hubiera tenido más gente, ni siquiera lo habrían notado. Pero cuando el tipo salió, apenas treinta segundos después, y se marchó, algo en su paso seco consiguió llamar su atención.

No sabían que en la cocina Catalina estaba desnuda, drogándose con Atlas, hasta que Mateo irrumpió sin decir una palabra y le lanzó un golpe que lo arrojó sobre ella y la mesa, desparramando toda la droga en el piso.

Catalina, todavía aturdida, comenzó a vestirse con torpeza y apuro. Mateo le agarró la cabeza con fuerza y la golpeó tres veces contra la mesa. Después le destrozó la cara a golpes, sin molestarse en sacarle los anteojos, aunque también él se cortó con los vidrios.

Antes de irse, Mateo a Catalina durante unos segundos. La miró fijo, a los ojos, como si le gritara desde adentro una puteada que no necesitaba pronunciar. Y se fue.

Marcelo y Erika no escucharon gritos ni golpes: Atlas ya estaba inconsciente tras el primer golpe. Poco después, Catalina se asomó desde la cocina y les dijo que ya estaban cerrando.

Apagó las luces y salió con ellos.

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