BREVE HISTORIA DEL DESEO

Enrique sabía que estaba haciendo mal las cosas. Se daba cuenta perfectamente. Pero no sabía cómo frenar.

Jamás se había permitido vivir su pasión por los hombres. No por falta de deseo, sino por miedo. A decepcionar. A que lo señalaran. A que todo lo que había construido se desmoronara.

Se casó con su mejor amiga, Karina, porque era con quien mejor se llevaba. Porque podían compartir una vida hecha de mentiras suaves, cómodas, aceptables. Una vida que los demás pudieran entender sin hacer preguntas incómodas.

Pero entonces apareció Tomás. Enrique no buscó esa relación: simplemente ocurrió. Al principio fue una charla, después un encuentro. Luego otro. Y otro. No le dijo que estaba casado. No se animó.

Durante esas semanas de deseo, de ternura a escondidas, de caricias que lo hacían temblar como nunca antes, creyó que podía sostener esa doble vida un poco más. Que bastaba con no mezclar las cosas.

Nunca se detuvo a pensar qué pasaría si Tomás descubría la verdad.

Y mucho menos imaginó que, al enterarse, Tomás sería capaz de acelerar el auto para atropellarlos.

Él y Karina murieron en la calle, con un cucurucho de helado derritiéndose entre sus dedos.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario