Habiendo perdido a sus hijos y tras una vida plena y hermosa, Capra y Niobe decidieron dejar el mundo.
Durante su última noche en la Tierra, llevaron exquisitos manjares bajo un árbol a la orilla del mar. Comieron, rieron, bailaron y recordaron momentos alegres. Hicieron el amor por última vez, con la ternura y la pasión de quienes saben que todo está por concluir.
Al amanecer, Capra se despertó con el sol surgiendo en el horizonte. Con un beso despertó a Niobe, y se quedaron sentados, desnudos y abrazados, mirando juntos cómo la luz dorada se desplegaba sobre el mar infinito. Sus cuerpos lentamente se tornaron piedra, formando una estatua, un monumento eterno al amor que compartieron. Mientras tanto, sus espíritus se elevaron hacia el cosmos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario