Susana quiere salir con Pablo, pero Andrés se va a Mar del Plata y no quiere molestar a Eusebia. Ya le ha pedido demasiadas veces que cuide a Bruno, y no quiere abusar. Camina de un lado a otro por la casa, con el celular en la mano, dudando.
Se asoma a la habitación de su hijo: él está tirado en el piso con los juguetes, hablando solo, feliz. Susana suspira. Hace semanas que no tiene una noche para ella. Pablo le propuso ir a un bar donde tocan en vivo, tomarse algo, despejarse un poco. Lo necesita. Pero la culpa le pesa más que el deseo.
Finalmente, se decide y la llama.
—¿Estás ocupada? Quería saber si podés cuidar a Bruno esta noche...
Del otro lado, Eusebia no tarda en responder:
—Cómo no, querida. Traelo cuando quieras. Cuanto antes, mejor.
A Bruno le brillan los ojos cuando se entera. Grita de alegría y sale corriendo a armar una mochila, aunque ella ya le tiene todo preparado.
Susana se queda un rato en la cocina, con el celular en la mano, sonriendo sin querer. No espera grandes cosas de la noche, solo quiere relajarse. Bailar, tomar cerveza. Sentir, aunque sea por unas horas, que todavía tiene veinte años.
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