UNA VISITA AL HOSPITAL

Bartolomé la mira, la escucha. Analiza los movimientos de sus manos, de sus labios y de sus ojos. Luna habla con las manos crispadas y la mirada perdida, pero a él le parece imposible que alguien tan común, tan humano, tan débil y frágil pueda matar a Eusebia, la curandera más poderosa de los últimos tiempos.

Bartolomé sale de la habitación sin decir una palabra.

Ni siquiera pudo entrar cuando la casa estaba en llamas, así de buena era la magia protectora de Eusebia.

El fuego no podía haber comenzado desde afuera. Entonces, ¿quién pudo haber sido?

En el estacionamiento del hospital, prende un cigarrillo y camina lentamente. 

Luego de un par de pasillos, llega a su auto. Se sienta. Ve por el espejo retrovisor que algo brilla en el asiento de atrás. Se da vuelta rápidamente. Una sombra lo sigue. Siente un filo helado clavándose en su cuello. Bartolomé se desvanece en el acto.

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