TODO ES FALSO ESTA NOCHE

Quiere tomarse la noche libre después de un día agotador en el laburo. Su mujer está trabajando. Eduardo y María Eva duermen.

José se deja caer en la cama. Hoy no tiene ganas de patrullar Rodríguez ni de vigilar si su mujer está en su trabajo o lo está engañando. Todavía no pudo descubrirla, pero sabe que lo engaña.

José saca el control remoto de la mesa de luz y enciende la televisión. Pero en el radiotransmisor escucha que hubo un accidente en la ruta 7. Dos ladrones, escapando de un patrullero, chocaron contra un árbol.

Escucha sirenas en la calle. Aunque no tiene ganas de salir, siente que es su deber hacerlo, la vida que él eligió. Protesta entre dientes, claramente fastidiado, mientras se pone una camisa celeste y unos jeans negros. Se acomoda el bigote mirándose en el espejo de su habitación y se peina el pelo para atrás luego de untar el peine en gel.

Chequea que sus hijos siguen durmiendo. Agarra las llaves y sale de la casa. Sube a su Renault 19 negro. Escucha otra vez el ruido de sirenas; esta vez, cree que son de los bomberos. 

José llega al lugar del accidente en pocos minutos. Trata de ayudar a los dos policías que perseguían a los ladrones a sacarlos entre los fierros del Falcon celeste, pero están atrapados. Uno de los ladrones parece muerto. El otro intenta zafarse de los fierros retorcidos, pero cada movimiento le arranca un grito de dolor.

Los policías, Facundo y Fernando, charlan con José sobre detalles triviales, mientras luchan por liberar a los heridos. Por suerte, ellos lo bancan. El resto de la fuerza, no. No toleran que José resuelva crímenes, que siempre llegue antes o que denuncie a policías por corrupción. El comisario lo odia: un civil no se tiene que meter en los asuntos de la policía. Pero José es policía porque él siente que tiene derecho a ser lo que quiera ser. Todo ciudadano puede meterse donde quiera, siempre y cuando no entorpezca, sino que colabore para que las cosas funcionen mejor o se hagan como deben hacerse.

José patrulla e investiga sin esperar nada a cambio, convencido de que su trabajo es su único propósito, aunque la verdad es que nadie parece valorar lo que hace. Se siente un héroe. Si es un falso policía, problema suyo. Lo único que quiere es que no lo molesten.

Ya que la situación está controlada, decide irse antes de que vengan otros patrulleros, aunque le gustaría esperar a los bomberos, con quienes tiene una buena relación.

Pasea por las calles, vigilando aquí y allá que todo se encuentre en orden.

El auto de Luna está en la calle 10. José frena bruscamente en el medio de la calle. Ni se da cuenta del hombre que fuma, oculto en la sombra del árbol. Pero nota que alguien se mueve por los costados de la casa.

José putea en voz baja y le pincha las cuatro ruedas al VW Gol de su mujer.

Empieza a llover. Garúa.

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