EL GOLPE

Juampo llega a la mesa con dos botellas de Cerveza Rodríguez.

Juano aprieta el último Enter y baja la pantalla de su notebook, le da unos sorbos cortos a la botella y deja la cerveza a un costado.

Juampo se queda unos segundos mirando la botella y después mira a su amigo.

Es la hora.

Terminan sus cervezas en silencio. De aquí en más, no hablarán hasta que estén frente al policía de turno.

Salen del bar. Suben al auto del padre de Juampo. Dan unas vueltas por Rodríguez con las ventanillas bajas. Estacionan a dos cuadras del local. Caminan por las calles vacías y se meten rápido en el hueco de la puerta de la persiana metálica. 

No encienden ninguna luz todavía. Conocen el camino de memoria. Van hacia el baño, corren el inodoro y se meten en el túnel. Ahí sí encienden una luz.

Caminan veinte metros admirando su construcción: es amplia y sólida, un muy buen túnel, más aún considerando que son amateurs en el oficio de hacer boquetes.

La salida ya está marcada, desgastada suavemente durante días. Se desprenden cuatro baldosas del suelo de la bóveda. Juano y Juampo entran al Banco de Rodríguez por su corazón. Miran a su alrededor: cajas de seguridad, fajos de billetes, lingotes de oro…

Juampo agarra una silla de la bóveda y se van. Vuelven a colocar las baldosas y las sellan con cemento. Abandonan el boquete como si retrocedieran en el tiempo, dinamitando el túnel desde sus últimos movimientos hacia su comienzo. Salen del local con la silla. La ponen en el techo del auto.

Hacen cinco cuadras y llegan a la comisaría. El policía los recibe con incredulidad. Robaron una silla del Banco de Rodríguez y vienen a entregarse. Nadie del cuerpo lo cree. Algunos se ofenden, creen que les están tomando el pelo. Pero no, el local está, y también el comienzo del túnel. Se nota que fue destruido. Hay algunas baldosas en la bóveda que fueron colocadas recientemente. Y falta la silla, asegura el gerente.

Efectivamente, robaron el banco: se llevaron una escalera y se entregaron.

¿Qué hacen con ellos?

―Esto no entra en ninguna figura penal... pero tampoco en ningún manual de sentido común ―murmura el policía.

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